La biografìa de Elvira Ruocco
(por Elvira Ruocco)


Capítulo 7

No hecho para mí

Después de algunos días de mi traslado de Portello a Arese comencé a arrepentirme de la decisión tomada. En aquella oficina no había mucho que hacer y ese poco se repartía entre todos. Inmediatamente me dí cuenta de que trabajaba demasiado rápido mientras que los demás se lo tomaban más tranquilamente y les bastaba el trabajo hecho cuando caía la tarde. Yo no era capaz, ya sea por mi carácter o por actitud, y así buscaba cualquier cosa que hacer para rellenar la jornada. Había notado varias cajas apiladas sobre una mesa, llena de copias de facturas de colores diversos. Me autoproclame tribunal de recolectores y comencé a archivar todo. Una colega me dijo que dejara de perder el tiempo ya que aquello era un trabajo del repartidor, yo le respondí que el repartidor nunca estaba, que siempre andaba dando vueltas por las plantas recogiendo y entregando el correo, aquel era un trabajo que no le gustaba a nadie pero que de todas formas había que hacerlo, para mi no era ningún problema hacerlo y mucho menos problema era para el repartidor que yo hiciera su trabajo...
Después de algún tiempo, comenzaron a echarme en cara mi dinámica laboral cuando a las 17:00 salía de la oficina: "Tu, beata!", "... casi casi pido yo también salir a las cinco...", "En una oficina todo el mundo debería hacer el mismo horario", "Que haces cuando entras a las ocho?". Respondía un poco, hice notar como se había reducido aquella montaña de facturas, y después comencé a aislarme del grupo ya pasar mas tiempo en otras estancias. Hasta que un día no pude mas y solicité, con la autorización de mi jefe, una reunión con la dirección de personal. En la reunión les hice saber que el trabajo que me había asignado era mucho menos gratificante que el que realizaba en la Escuela de Asistencia y que sentía que podía hacer mucho mas por la empresa ya fuera por la experiencia adquirida o por el conocimiento de la terminología que en aquella oficina no era utilizada. Mi petición fue considerada pero me advirtieron que la respuesta no seria en breve.
Una mañana me di cuenta de una insólita agitación, y escuche a un compañero decir que nuestro jefe, el ingeniero Parmeggiani, estaba por conceder a los empleados la carta de paso de la categoría del 3o al 4o nivel. De reojo le observe en su oficina, segura de que no seria llamada por que me habría puesto a disposición. Sin embargo el jefe también me concedió a mi la carta y no solo me mostró su reconocimiento por mi trabajo desarrollado si no que me pareció que realmente estaba disgustado por mi decisión de cambiar de Dirección.
Había dejado Portello el 8 de febrero de 1974, dos semanas después de la salida de Giuseppe Luraghi que había sido injustamente defenestrado de la cumbre de Alfa. Fue sucedido por Ermanno Guani, presidente del sector de la industria navale y presidente del Golf Club di Roma, uno de los círculos más exclusivos de Europa. Su mujer, María Denis había sido una diva del cine en el periodo de los teléfonos blancos. Duró poco, dejo Alfa Romeo en el mes de septiembre de ese mismo año y fue sustituido por Gaetano Cortesi.

Volviendo a mí, estaba lista para comenzar de nuevo.


LA SRA. RUOCCO EN SU OFICINA DE ARESE EN CON EL DR. ENRICO SALA (A SU DERECHA) Y EL DR. ITALO ROSA. EL DR. SALA (CITADO TAMBIEN EM EL CAP.6)) DIRIGIA LA DIRECCIÓN COMERCIAL Y ERA POR TANTO EL JEFE DEL ING. PARMEGGIANI, MIENTRAS EL DR. ROSA ERA JEFE DE PERSONAL CUANDO LA SRA. RUOCCO FUE CONTRATADA.

Elvira Ruocco

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Traducción de Iván Bejarano


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