La larga, atormentada y fascinante historia de Alfa Romeo se inicia en Nápoles el 26 de febrero de 1906, por obra de una iniciativa pionera de un emprendedor francés, Alexandre Darracq, el cual quería dar vida a unas instalaciones que habrían debido surgir en un terreno de 23 mil hectáreas cuadradas para el montaje de unos 600 vehículos al año. De las indagaciones realizadas por el director comercial de Darracq, Nápoles resultó ser una eleccion inapropiada ya fuera por la inexperiencia de la mano de obra napolitana como por las dificultades logísticas para procurarse materias primas, y así después de minuciosos estudios de mercado la elección cae sobre Milán. Pero los coches que fueron ensamblados en la zona del Portello eran malas copias de los originales producidos en Francia y, en 1909, la fábrica fue cerrada. En la misma sede fue fundada una nueva sociedad llamada Anonima Lombarda Fabbrica Automobili, o más simplemente A.L.F.A. Como presidente fue nombrado Ugo Stella (alcalde y consejero de Darracq), un anconés que vivió mucho tiempo en Nápoles antes de trasladarse a Milán.
A pesar de un inicio prometedor, la nueva sociedad entró en crisis en la vigilia del primer conflicto mundial, tanto que el 28 de septiembre de 1915 fue puesta en liquidación a pesar de haber tenido un importante pedido para la producción de granadas. La salvó la Banca de Sconto, guiada por Angelo Pogliani, un emprendedor financiero. entre sus clientes estaba Nicola Romeo, un ingeniero napolitano, el cual después de su experiencia en el extranjero, se había establecido Milán en los comienzos del siglo y había constituido, en 1911, en las inmediaciones del Portello, la Sociedad en Comunidad Simple Ing. Nicola Romeo & C. y precisamente a través de esta sociedad, el 2 de diciembre de 1915, se hizo con las instalaciones de A.L.F.A. en el Portello y las convierte a la producción bélica en virtud de los encargos del gobierno que monopolizaron el potencial productivo hasta 1919.
Cuando la mayoría de las acciones pasaron a las manos de Nicola Romeo, A.L.F.A. fue incorporada a la nueva sociedad Anonima ing. Nicola Romeo & C. El capital pasó de 10 a 30 y de 30 a 50 millones, dividido en 25 mil acciones de 200 liras cada una; cinco meses más tarde fue decidida también la emisión de 30 millones de obligaciones.
En 1920, la producción retomó la fabricación de automóviles y se impone la elección de un nombre. Llamarle Romeo, un nombre poco conocido en el sector de automoción no parecía una buena idea, así como fue descartada la hipótesis de llamarla simplemente Alfa, porque eso habría omitido el nombre de quien salvo a la empresa de un precoz fallecimiento. Se decide por tanto una solución intermedia con un nuevo nombre en la marca del primer automóvil sobre el que fue puesta, el 20-30 ES: Alfa Romeo, un nombre que se convertiría famoso en todo el mundo.
Nicola Romeo, al cual se debe el primer renacimiento de la empresa y la mitad del nombre de su actual denominación, era un hombre hábil y agudo de gran energía intelectual y una fuerte capacidad de persuasión. Era nacido en Sant’Antimo (provincia de Nápoles) el 28 de abril de 1876, en una familia pobre y numerosa. Su padre era maestro. A pesar de provenir de un ambiente muy pobre, consigue establecerse en Nápoles y a frecuentar la Escuela de Aplicaciones gracias también a las clases de matemáticas e inglés que daba a sus compañeros. En 1899, cuando tenía 23 años, consigue el diploma en ingeniería civil. Se traslada a Bélgica donde estudió durante un año ingeniería electrónica en la Universidad de Lieja; escribe algunos textos e hizo una valiosa contribución a la solución de numerosos problemas y teoremas. Había además adquirido una gran experiencia laboral en Francia, Alemania, e Inglaterra donde había obtenido la representación exclusiva para Italia de Ingersoll-Rand Company, una empresa que producía maquinaria para la actividad minera.
En 1905, Romeo se casó con Angelina Valadin, hija de una almirante de la marina portuguesa, que le da siete hijos, tres varones y cuatro mujeres. Angelina era una pianista dotada de notables cualidades para el canto, estudiaba en la Scala de Milán y aspiraba a una carrera artística. Pero Romeo le impidió realizar su sueño imponiendole elegir entre su carrera o su matrimonio. No quería compartirla con nadie, y así Angelina debía ser solo suya y cantar para él y sus hijos.
Vivían en una suntuosa villa que Romeo había adquirido en 1919 en vía Buonarroti en Milán y que había sido proyectada por el famoso arquitecto Giuseppe Sommaruga.
Una de las hijas contó en una ocasión que era tan riguroso y respetuoso de su mujer que en los primeros años del matrimonio, debido a que Angelina no hablaba bien todavía el italiano, en familia se hablaba en francés. De las cuatro hijas, una fue llamada Giulietta, el nombre que fue elegido en 1954 para un modelo que representó el éxito definitivo de la casa milanesa en los años del boom económico.
La confirmación de la personalidad de Romeo, que consiguió hacer popular ese nombre en el mundo más de que Shakespeare en su novela, la podemos observar en este episodio, contado siempre por una de sus hijas:
“Nuestro padre viajaba obviamente en coches Alfa Romeo pero no conducía, tenia chófer. Nosotros teníamos tanta confianza con el chófer que incluso nos dirigíamos a él tratandole de "tu". Cuando nuestro padre se enteró, nos reprendió sevéramente diciéndonos:
“Recordad que esta persona es un trabajador y como tal merece el máximo respeto. Por tanto debemos tratar al chófer de usted".

Nicola Romeo era un emprendedor verdaderamente hábil y empeñado en no perder ninguna oportunidad concreta de crecimiento y de desarrollo y trabajar para que el sector del automóvil se desarrollara rápidamente. La revista “Illustrazione Italiana” del 29 de septiembre de 1918 le dedicó un artículo subrayando que: “el Ing. Romeo es un hombre capaz de transfundir a sus colaboradores la energía y la fe imprescindible para la empresa”.
En la primera posguerra el beneficio era lo suficientemente alto como para cubrir un par de años, tanto que parte de los mismos fueron invertidos en la adquisición de las Construcciones Mecánicas de Saronno, los Talleres Ferroviario Meridionales de Nápolese y los Talleres Mecánicos Tabanelli de Roma.
Siguieron un par de años de serias dificultades debido a la ocupación de las fábricas por parte de los obreros y al colapso de la Banca di Sconto. Alfa se salvó también por la intervención del gobierno Bonomi que permite paliar los fallos más graves. el propio Romeo interviene con un crédito personal, reduciendo a la mitad la plantilla y concentrando los recursos en la producción de automóviles y en la competición.
Un periodista francés, Charles Faroux, en un largo artículo lo describe “como un hombre tan enamorado de su empresa como para conceder su propia garantía personal para obtener la financiación necesaria”.


NICOLA ROMEO EN 1924 JUNTO A ASCARI
Y A UN JOVENCÍSIMO GIULIO RAMPONI

Mientras Alfa comenzaba a vencer y a convertirse en un mito, en el siguiente bienio (1924-1925), las cosas comenzaron a ir tan bien que incluso conquistó el primer Campeonato del Mundo en 1925 con el P2, el coche diseñado por Vittorio Jano, proveniente de Fiat.
La notoriedad de la marca estaba transformando el punto fuerte de la empresa la cual era muy apreciada también en el extranjero, especialmente en Inglaterra. Así fueron abiertos oficinas de venta en Francia, España, Inglaterra y Alemania mientras que la tentativa de entrar en Estado Unidos falló a causa de la iniciativa de dos discutibles personajes que, en Argentina, registraron uno el nombre Alfa y el otro el nombre Romeo para después unirse en una sociedad llamada Alfa Romeo.
Lamentáblemente estas filiales estaban ligadas a pilotos o apasionados, que si bien desde el punto de vista de la imagen fue muy positivo, se reveló como un fracaso desde el punto de vista comercial.
En 1926 las pérdidas fueron importantes, casi 13 millones de liras y Alfa comenzó a ceder sus participaciones ferroviarias, y para colmo, con la revalorización de la lira frente a la esterlina se registró un duro golpe en las exportaciones.
El ingeniero Romeo que en diciembre de 1925 había sido nominado presidente de Alfa, le fue asignado un nuevo director general, el ingeniero Pasquale Gallo, enviado por la Banca Nazionale di Credito que después de haber financiado la empresa impidiendo la liquidación, se convierte en propietaria.
Gallo pide como condiciones tener plenos poderes chocando con Nicola Romeo, el cual encontrándose en una situación de conflicto de intereses por hacerse cargo de Officine Meccaniche de Nápoles, dejó Alfa en 1928.
El año siguiente recibe el titulo honorifico de Senador del Reino. Abrió una pequeña empresa para producir motores de aviación y pequeña obras ferroviarias en el Meridione, pero después se traslada a su villa de Magreglio, sobre el lago de Como, donde vive sus últimos días y se apaga el 15 de agosto de 1938.
Nicola Romeo tiene el merito de haber construido para Alfa la imagen de una fábrica vencedora, aquella de los coches rumorosos y veloces, más veloces que los demás, como demuestran los éxitos en las carreras en los años gloriosos y que han hecho de Alfa Romeo un mito, un mito que el periodista inglés Brian Twist en la revista Autocar del 1 de diciembre de 1933 comentaba así:
Alfa Romeo! Basta este nombre para hacer correr la imaginación, para iluminar en la fantasía las grandes carreras sobre el asfalto de continente, los Grandes Premios, la Targa Florio, el Circuito de Monza, las glorias del automovilismo.
Nombres como Ascari, Brilli Peri, Borzacchini, Campari vienen a la mente. Y yo si, ríete, yo si puedo decir que he tocado el borde de su manto por que yo también he conducido un Alfa Romeo”.




Elvira Ruocco

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