La biografìa de Elvira Ruocco
 (por Elvira Ruocco)


 Capítulo 1

No es verdad que los sueños mueren al amanecer.

Todos hemos tenido desde pequeños un sueño escondido. El mío era el de llegar a trabajar, algún día, en Alfa Romeo. Mi primer trabajo, después de mi diploma en idiomas, fue en una fábrica de pasta y tomates enlatados en la provincia de Salerno. Trabajaba en la oficina de Importación y Exportación y a menudo, por las prisas y el mucho trabajo que teníamos, perdía el autobús que me devolvía a Nápoles. Cuando me pasaba esto, el administrador delegado, que se llamaba Ettore Di Nola, (señal de suerte..., porque hubo también en Alfa en los años 1962/1972 un administrador delegado que se llamaba Raffaello Di Nola) me daba un paseo en su coche, una Giulia 1600 Super de color haya (AR716 –interior en cuero) conducida por su chofer personal, el cual pisaba mucho el acelerador en la autopista Salerno-Napoles. ¡Una emoción sin par, estupenda!. A menudo me preguntaba porque sería que una persona que tenia un coche tan maravilloso no se daba el gusto de conducirlo, y por falta de valor u timidez nunca se lo pregunté.
No hace falta que les cuente mi vida privada antes de mi empleo en Alfa, pero quiero decirles, que si se desea de todo corazón una cosa, seguro que lo conseguiremos. Me había trasladado con mi familia a Saronno y había empezado a trabajar pero siempre estaba pensando en Alfa y mi sueño. Ahora me parecía más cerca, pues la Alfa Romeo, en aquel entonces, estaba también en Arese (a unos 13 Km. de mi ciudad, Saronno). No dejé nunca de enviar mi solicitud de trabajo, hasta que me convocaron en la dirección de el Portello. Me acuerdo que en el recorrido antes de llegar, no dejé un rato de rogar, para que todo me saliera bien. Antes de ser aceptada, me convocaron tres veces, y además tuve que hacer una prueba completa de dactilografía y traducción de cartas en ingles y en francés. Por fin recibí el tan deseado telegrama que todavía guardo, y que decía: “Le comunicamos el éxito positivo de sus pruebas por tanto, le rogamos se presente en vía Gattamelata el día 3 de enero” Fue tan grande la emoción que casi me desmayé. ¡Por fin había logrado mi sueño¡.
Recuerdo los años pasados en Portello con mucho placer; cuando me trasladaron a Arese, me dio bastante tristeza dejar aquel sitio donde, en los años 50, técnicos, empleados, obreros y mecánicos habían trabajado sin parar, junto a los pilotos y habían visto salir con orgullo, las grandes plataformas color ceniza, que transportaban en las pistas de competición, las imbatibles Alfetta.
En Arese mi primer trabajo fue en la Dirección Asistencia y después en la Dirección de Relaciones Externas y Comunicaciones, un sector siempre informado acerca de la empresa y a menudo en contacto con responsables internos de lo más altos y personajes afamados, entre los cuales se encontraban los pilotos.
Mi historia en el Archivo Histórico, empezó en noviembre 1983, cuando el responsable de la oficina de Comunicaciones de Alfa Romeo, me encargó arreglar la cantidad de fotos y documentos amontonados en los locales del Centro de Documentación. Este encargo no me entusiasmó mucho, para ser sincera, porque me daba cuenta que había sido un trabajo “rechazado con elegancia” por un compañero varón, y esto me decepcionaba bastante porque pensé que me habían escogido, por el simple hecho, que yo siempre he aceptado cualquier trabajo, aunque fuera de lo más aburrido, sin jamás rechazarlo.
Quería a Alfa Romeo, porque me gustaban sus coches; en mi familia siempre los tuvimos desde la 2600 Berlina y me acuerdo, con orgullo que cuando paseábamos por Napoles, todos nos miraban. Hasta el encargado del estacionamiento tenia un respeto reverencial hacia mi padre cuando iba a aparcar y le aconsejaba el mejor sitio para que no tuviera molestias u daños. A menudo le hacia una señal y le decia en su italiano de Nápoles: “Dottò, mettitela cca… accussì nun na tocca nisciuno” , en lugar de usar el italiano academico (Dottore, mettetela qua che non la tocca nessuno”). Traduciendo queria decir: Doctor metala acá, que no la tocara nadie.
Por hoy es todo, pero les aseguro que pronto tendremos otro capítulo de mi Alfa al femenino.



Elvira Ruocco

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Traducción de Maria Corsicheña y Iván Bejarano


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